Al final de su evolución, agotados sus presupuestos iniciales y sin variedad alguna ya sus obras artísticas, el Realismo literario se descompone en diversas corrientes que renuevan sus principios, bien seleccionando y desarrollando una de sus ramas, bien exagerándolos, bien rehuyéndolos y adoptando los principios opuestos, bien contaminándolos y mezclándolos con los principios opuestos. La Novela psicológica desarrolla una rama del Realismo: agotada la descripción física y material de los entornos, el novelista se centra en los personajes, cuya psicología es lo único ya que le interesa y se fuerza en reconstruir mediante técnicas como el monólogo interior. En segundo lugar, exagera y sistematiza sus principios el Naturalismo, cuyos presupuestos expone el escritor francés Émile Zola hasta el punto de reducir la novela a un documento social, a una instantánea. Rehúye los principios del Realismo el Espiritualismo, al cual le interesa todo aquello que detesta el Realismo: la religión, el espíritu, el alma de las personas, lo tradicional, lo campesino... A esta corriente llegan al final de su periplo realista escritores como Tolstoy y Galdós. Por último, mezclan Realismo y Romanticismo los escritores del Posromanticismo.